El ciudadano también debe ser responsable (incluso si nieva)

Lo siento. Voy a ser políticamente incorrecto. Voy a realizar observaciones a contracorriente, que no van a sentar bien a todos, después de la nevada con la que se colapsó la AP-6 y que generó un debate francamente mediocre.

Vamos a empezar por asumir lo evidente. El dispositivo quitanieves ha sido insuficiente, los accesos a la autopista quedaron abiertos demasiado tiempo, la concesionaria privada cobró por circular cuando la calzada no estaba en condiciones, el mensaje de la Dirección General de Tráfico no ha sido todo lo contundente que debió serlo, su director general estaba de finde en Sevilla y el ministro del Interior se quedó viendo el fútbol cuando había ciudadanos por rescatar. Gente que quiso dejar el coche y regresar en tren a Madrid no pudo, ya que no quedaban asientos en la oferta de Renfe. Y encima, el presidente del Gobierno es ese señor que hace unos años siendo líder de la oposición pidió la dimisión de la ministra socialista de Fomento cuando ya se colapsaron infraestructuras por una nevada.

¿Qué hacemos ahora? ¿Lo mismo que ese señor y pedimos también una dimisión? ¿Qué nos va a solucionar esa exigencia de cara al futuro si en el pasado no arregló nada? ¿Realmente no somos capaces de aprender al menos algo, aunque sea mínimo?

La cronología de los hechos empieza este fin de semana, en pleno mes de enero, en el Norte de España, con conductores que salieron a la carretera sabiendo o pudiendo saber que iba a nevar. ¿Cuántos de ellos lo han hecho con un coche equipado con neumáticos de invierno? En las tertulias, desde hace dos días, apenas se menciona este aspecto incómodo para el espectáculo mediático. Y cuando aflora el tema, inmediatamente se intenta despachar la responsabilidad de cada conductor mencionando «cadenas» y «ruedas de clavo» para decir que «son corrientes en los países del Norte y no en España». ¿En esa clase de explicación nos vamos a quedar? ¿Y si estuviera allí el principal problema?

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Media España es país de montaña, en el que la nieve no es fruto de la imaginación ni es una novedad. En Castilla y León, en Asturias, en el pirineo aragonés y catalán, entre otros sitios, el frío en invierno es fenómeno natural, corriente, normal. Y la AP-6 no es precisamente una autopista con destino a Cádiz.

Para ser pertinentes en la crítica a un gobierno, hay que hacerlo con criterio y no a granel. Y hay que reconocer todas las responsabilidades, sin populismo barato que exonere a los ciudadanos.

En Suiza (que no es un país «del Norte»), tampoco nieva todos los días. Las autopistas también son de pago. Pero cuando nieva, lo aceptamos: vamos despacio y replanteamos el desplazamiento si la previsión es mala. Hay que tener una visión muy corta para defender que el ser humano debe poder circular en todo momento, se ponga la naturaleza como se ponga. Y sobretodo, en Suiza, si hay temporal de nieve y salimos a la carretera, es porque nuestro automóvil va con neumáticos de invierno (no hace falta llegar al extremo de mencionar «cadenas» y «clavos»: es una exageración inútil). Unos pocos vehículos que resbalen y se queden atrapados pueden bloquear coches correctamente equipados. Suiza prevé sanciones al conductor cuyo automóvil genere una molestia al tráfico por culpa de una imprudencia personal.

Los españoles no lo sabrán porque sus medios de comunicación se quedan cómodamente en debatir de la dimisión de dirigentes y son incapaces de abrir seriamente las reflexiones a lo que no genera confrontación política: los neumáticos de invierno no son útiles exclusivamente en caso de nevada, sino que empiezan a hacerse necesarios ya cuando baja el termómetro y los neumáticos de verano pierden adherencia a medida que endurecen. Esto, los Suizos lo saben, entre otros motivos porque en los medios se habla de ello, porque se informan, porque asumen la propia responsabilidad, porque usan el teléfono para abrir aplicaciones útiles antes de llegar a quejarse en videos que rebotan a medio país. Será una cuestión de cultura, pero quizá vaya siendo hora de darse cuenta de ello si la actitud de huir de su propia responsabilidad multiplica problemas de forma trasversal en la sociedad.

Así las cosas, por mucho que tal u tal autopista sea de pago y oficialmente siempre deba estar en condiciones, de ninguna manera cada conductor deja de ser el primer responsable de su vehículo y del viaje que pretende realizar, más aún cuando llegan previsiones del tiempo pesimistas y son comunes aplicaciones y tecnologías para informarse. Y sí, por muy mal director que tenga hoy la DGT, sí hubo anuncios en radio durante varios días en los que Tráfico animaba a comprobar previsiones del tiempo y «viajar con el depósito lleno» (una precaución característica de posibles atascos por intemperie): yo mismo desde Suiza me he enterado de ello los días antes escuchando por internet la principal cadena de radio española.

Y hay otra evidencia: si la autopista se llena de nieve, también lo hacen las carreteras que llevan a la misma. El acceso a las vías rápidas siempre empieza por la red secundaria, que es gratis y en la que no se produce ninguna magia que permita a los neumáticos de verano funcionar mejor que en autopista. Es obvio que falta sentido común y capacidad de responsabilizarse ya a nivel individual: siempre es más fácil buscar la culpa ajena antes que la propia.

No seré yo quien defienda al gobierno del PP, que día sí y otro también no pierde oportunidad de demostrar su incompetencia. Una vez la gente atrapada, es verdad que podían haberse preocupado y llevarle bocadillos, bebidas calientes y mantas. Para colmo, el rescate de la AP-6 lo cumplió la Unidad Militar de Emergencia creada por Zapatero y criticada entonces por el PP.

Será verdad, además, que se carece de alternativas por la debilidad de la oferta de ferrocarril, en un país en el que se ha favorecido durante décadas el transporte interurbano por autobuses en vez de mantener y desarrollar el tren. Que una ciudad como Benavente (ZA) no tenga estación de ferrocarril por haberla desmantelado es una torpeza impensable en Suiza. En esto también, la responsabilidad es compartida entre responsables políticos y usuarios, que prefieren ahorrarse unos euros viajando en autobus y piensan que abandonando los trenes van a seguir disponiendo de ellos en el momento en el que sean necesarios.

Marco Ferrara, de Lausanne (VD), es politólogo

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