El teatro de Rafa Sancho y la vida después

Cuando emigró a Suiza desde su malagueña tierra natal, Rafael Sancho (Villanueva del Trabuco, 1948) todavía no imaginaba que iba a pasar media vida en tarimas de teatros. En aquel 1961, su padre Rafael y su madre Clementina tuvieron que dejar Andalucía para irse al extranjero por motivos económicos. El joven Rafa y dos de sus hermanos, Paco y Pedro, los han seguido. Al poco tiempo, se les juntaron los otros dos, Juan Jesús y Pepita, quedando toda la familia nuevamente unida en Bussigny, donde vivían muchos españoles, en el extrarradio de Lausanne. Allí, Rafa estuvo en la escuela 6 meses, antes de arrancar lo que acabarían siendo 40 años de servicio en el ámbito de la calefacción. En ese oficio ha entablado amistad con compatriotas, que se reunían después del trabajo en el Centro Español. Además del pasaporte, también compartían afición por el balonmano… ¡y el teatro! Junto con nueve amigos y familiares, fundó el Grupo de Teatro Español de Lausanne (GTEL), con el objetivo de mantener el contacto con la lengua de Cervantes y dar a conocer autores españoles. La iniciativa se ve recompensada por el público de compatriotas, que cada año agotan las entradas. Más de tres décadas después, el GTEL sigue recabando éxito en Suiza. Después de un susto que la vida le reservó en 2016, Rafa Sancho acaba de dejar en manos de la actriz Patricia Vicente la presidencia de la compañía teatral. Este hombre apreciado entra ahora en el año de sus 70 velas y tocaba entrevista por Espanoles.ch

Pregunta. ¿Cómo se encuentra?

Respuesta. Mejor. Cada día recupero algo de lo perdido con el doble ataque cerebral. El primero me sorprendió mientras estaba en el restaurante con los compañeros del teatro. El segundo intervino unos meses después y provocó más daño. Desde entonces, tuve que volver a aprender a leer y escribir. No podía ni firmar y ahora soy capaz de rellenar cuadernos. Dos veces a la semana me someto a ejercicios de la voz y ergoterapia. Ha sido todo un nuevo inicio.

P. De hecho Ud. escribe en todos los sentidos, ya que además de actor y director, también es autor…

R. Bueno, en 1973 he escrito una obra de teatro, «Problemas cotidianos». Lo curioso es que se representó primero en Francia, por actores marroquíes y en francés. Luego hubo ocasión de estrenar la versión original española, ¡pero en Suiza alemana! También he escrito «¡Entre dos países… solos!»

P. Ud. ya estaba metido en obras y sainetes cuando el GTEL ni había nacido…

R. Así es. El GTEL arranca en 1985, con amigos y con mis hermanos Paco, Juan Jesús y Pepita. En esa primera época éramos unos 20 en hacer funcionar la compañía. Pero con el tiempo llegamos a ser 50, entre los que obviamente cuento también a los técnicos. Muchos de estos compañeros se han ido: algunos pudieron volver a España, otros nos han dejado sin tener tiempo de hacer lo mismo.

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P. ¿Cuántos actores han pasado por su dirección en todos estos años?

R. Diría que contamos con unos 100 a lo largo de los 30 años. Pero durante la primera mitad yo todavía no dirigía la actuación: era actor y presidente del grupo.

P. ¿Si tuviera que quedarse únicamente con una de esas obras?

R. Me ha marcado «En la ardiente oscuridad», nuestra obra del año 1991. Estábamos todos ciegos, así era el papel. Una señora del público se me acercó al final para decirme que se había sentido muy representada por la función, ya que ella misma era ciega y vivía a diario las mismas sensaciones que las que manifestaban los personajes. Por otra parte, me quedé con las ganas de la obra que estábamos preparando para el 2017 y nunca hemos representado a raíz de mi ataque: «¡Jo que familia!», de Antonio Ruiz Negre.

Hay personas que nos llevan siguiendo todo la vida y acuden cada año.

P. ¿Cómo ha visto cambiar en el tiempo el interés por el teatro entre los españoles de Suiza?

R. En lo que se refiere al fichaje de actores, hubo una evolución en el perfil. Primero fueron emigrantes españoles, luego se nos acercaron sus hijos nacidos en Suiza. Posteriormente se incorporaron compañeros procedentes de América. Los últimos años llegaron ciudadanos suizos que conocen el idioma a pesar de no tener vínculo familiar con España. Para algunos el teatro ha sido una escuela en la que practicar, por ejemplo en previsión de irse a vivir a España. En cuanto al público, me agrada observar que tenemos fieles espectadores desde el inicio del GTEL: hay personas que nos llevan siguiendo todo la vida y acuden cada año.

P. Parece que el público siempre se ha portado bien…

R. Sí. Recuerdo cada vez que viajamos a Grenchen, en el cantón Solothurn, y el público acudía a la representación teatral como a una fiesta: nos traían de todo, incluso unas tortillas que siempre estaban muy buenas.

P. ¿Ha viajado mucho el GTEL?

R. Totalizamos 32 obras. Casi todas las representamos en la sala Bergières de Lausanne, menos dos de ellas que hicimos en la sala Cazard. En Suiza, estuvimos en Ginebra, Vevey, Montreux, Neuchâtel, Bienne, Berna, Grenchen, Lucerna y Zúrich. En España, hemos actuado en pueblos malagueños y granadinos. Llevamos a Motril la obra «Usted no sabe con quien está hablando». Allí el público tiene una arraigada cultura teatral y es exigente: cuando después de cerrarse el telón la gente quiso sacarse fotos con nosotros, tuvimos claro que habíamos estado a la altura. También tenemos una anécdota en Lanjarón, donde la función coincidía con un partido del mundial de fútbol y pasó lo inevitable: ese día había únicamente 6 espectadores. Por supuesto, hemos actuado. En el teatro puede ocurrir que haya más gente en el escenario que en las butacas, lo cual forma parte del oficio. En tales casos, los espectadores presentes no tienen la culpa y merecen la mejor actuación.

P. En esa época el teatro ocupaba todos sus días…

R. Sobretodo los fines de semana, a lo que había que sumar los ensayos de los lunes. Ha sido como un trabajo al 50% que tocó encajar en el tiempo libre, al lado de mis otras actividades. Me levantaba temprano, entre las 5:30 y las 6 horas de la mañana. Hoy sigo despertando pronto, a las 8 horas.

P. Tampoco paraba durante las vacaciones…

R. Había que buscar obras. Así que hasta en la playa leía libros con mi esposa Brigitte y juntos comentábamos los textos.

Puede ocurrir que haya más gente en el escenario que en las butacas: los espectadores presentes no tienen la culpa y merecen la mejor actuación.

P. ¿Qué le recomienda a un joven con miedo escénico?

R. ¡Todos fuimos tímidos! Una vez, actuando en la obra «El canto de la cigarra», tuve un blanco total y no me acordaba del texto. Así que salí a lavarme las manos para leer el libreto. Creo que nadie se ha dado cuenta. Muchas veces, en el escenario, ocurren cosas que no estaban previstas y no hay que tenerle miedo a tales situaciones, sino comportarse con naturalidad, como en la vida diaria. Aunque algún actor del GTEL ha sido especialista en improvisar en cada obra y sorprendernos a toda la compañía: reconozco que como director yo siempre vivía con temor la llegada de ese momento y su desenlace en directo.

P. ¿Qué aporta el teatro a una persona?

R. Es una fuente de vida y de superación. Prueba de ello es que cuando sufrí el ataque, se pensó en cerrar el grupo. Pero al final se mantuvo, precisamente porque ese espíritu es necesario.

Un plato es el alcalde, un vaso es el vecino

Un plato. Gambas al ajillo.

De beber. Un whisky, aunque ahora bebo mucha agua.

Una personalidad. Cervantes.

Un lugar. Nerja. Siendo joven fuimos con mi familia a ver las cuevas. Me gusto tanto que acabé comprando una casa allí.

En la red.

Facebook. grupode.t.espanol

Internet. www.gtel.ch

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