Cuando el invierno vuelve

Casi cada año, cuando el otoño dobla su espalda hacia el invierno, se apodera de mí un sorprendente estado de melancolía que me vuelve más sensible ante este decaer de la naturaleza y me obliga a mirarme intensamente hacia el interior de mi espejo. Es en esta época, cuando se rebela mi consciencia y me recuerda que tengo todos los años de una vida y algunos años más. No obstante, no pretendo que alguien intente aliviarme el peso de mi espalda, porque mía es, sin más, la pesadumbre y la gloria del tiempo que he cumplido. Tengo todos los años, día a día, de las penas que he pasado. Pero tengo también en mi morral las alegrías y mantengo vivas esperanzas, porque en mi árbol hay todavía un nido en el que acoger, cada mañana, a esta postrera estación del año.

Casi tantos años como yo tiene mi recuerdo, grabado en la memoria que me trae al presente aquellos ya lejanos juegos en la playa azotándome la brisa del mar y de las olas. Eran hermosos los años y era bonita la barca que a mí y a otros muchos niños como yo, de una a otra orilla del río nos llevaba… Desde entonces hasta hoy, desde los tiempos de mi infancia, he ido cerrando mi alma. Encastillado en mis propios miedos he tabicado mi vida, barricándome detrás de mis temores. Me he asegurado con puentes levadizos, me he rodeado de fosos con pirañas, he puesto puertas, cerrojos y fallebas, candados, cerraduras, pasadores, pestillos y barrotes en torno a mis entrañas.

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Hoy, y ahora, sólo trato de sacar una sonrisa al día a día, un órdago a alguna insomne noche y echar un galgo al minutero para que no acelere su andadura y me permita todavía sentir, pensar, leer, escribir y ver amanecer un nuevo día. Y es que los cambios de estación tienen para mí algo de noria. Posiblemente, porque son unos días extraños en los que ya no es otoño, pero aún no es invierno del todo. Unas fechas en las que parece que, inviolado, el tiempo fluctúa en un casi ya, pero no todavía. Y algo, de todo ello, le pasa a mi mente y mi cuerpo que tiene que ver con eso. Quizás por ello, cuando el invierno vuelve, me sonríe el tiempo mientras carga a su espalda la pesada caja de la vida… Y yo, me voy con él en busca de una nueva primavera, mendigando aquella niñez que dejé anclada entre las luminosas mañanas y correrías de la infancia…

Qué extraña sensación la que en estos días tengo, cuando el invierno vuelve. ¿Será la vejez esto?

Juan Antonio Valero ha sido director de la Agrupación de Lengua y Cultura de Lausanne (VD)

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