¡Motos de oferta!

En las próximas semanas se prometerán millones de puestos de trabajo. Se anunciarán bajadas de impuestos, pagarán todo los ricos y los bancos, los de los coches oficiales andarán en bici y te tutearán en plazas y mercados, besarán niños y acariciarán enfermos. Unos expulsarán a millones de extranjeros mientras otros salvarán a millones de refugiados. De repente parecerá que tú, tu barrio y tu pueblo o ciudad importáis.

¡Disfrútalo! Son esas pocas semanas en las que los políticos profesionales se bajan del burro y te hacen la pelota.

Pero si todo va bien, estas elecciones (Congreso y el Senado el 28 de abril, y municipales, cabildos, autonómicas y europeas el 26 de mayo) pueden ser muy distintas.

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Por primera vez tenemos todos los ingredientes para un cambio sostenible, para desarrollar el legado de la Constitución transitoria del 78. La tradición de «quítate tú que me pongo yo» está definitivamente rota y todos los partidos tienen que planear en diferentes dimensiones del sudoku electoral.

Por primera vez los políticos profesionales arrancan una campaña electoral con la garantía y certeza de que nadie va a ganar en el sentido que antiguamente se le daba a «ganar» en la política española. Nadie va a entrar por la puerta grande de Moncloa y deshacer todo lo del antecesor dictando a su antojo leyes a sus lacayos de la Carrera de San Gerónimo. Se acabaron las mayorías absolutas, los pactos fáciles y los caprichos.

Habrá partidos que disimuladamente tendrán que pedir el voto para otros partidos según el tamaño de la circunscripción. No lo pedirán en público, pero si le pondrán alguna vela a alguna virgen de izquierdas o derechas. Tendrán que dar «golpes revocables», es decir insultos con opción a reconciliación. Todos jugarán con los ojos a derecha, a izquierda y otro ojo puesto en el 26 de mayo.

Un aspecto negativo es que las burradas y motos serán estratosféricas, porque todos saben que nadie va a tener que cumplir nada. La excusa del «no pude» va ya incluida en la mentira del «haré». Donde antes el riesgo de tener que gobernar filtraba un poquito los disparates, hoy la certeza de no poder gobernar a sus anchas da rienda suelta a las promesas.

De todos modos cabe la esperanza de un triple empate: ni PSOE-Podemos, ni PP-Cs-Vox, ni PSOE-Cs. Al principio llorarían el cantar de la ingobernabilidad. Ya sabemos que la ingobernabilidad no existe en una democracia, en todo caso podría existir una incapacidad de gobernar de ciertos políticos profesionales, pero eso no es ingobernabilidad. Después casi seguro que nos amenazarían con repetir las elecciones por haber votado mal. Si cumplen la amenaza espero que sepamos resistir a la tentación de concederle a alguien un cheque en blanco por aburrimiento.

Luego quizás se imponga la cordura y se den cuenta que cada uno de ellos tiene un 80% de los votantes y más de un 90% de la población en contra y que solo juntos y con consensos transversales que retomen las tareas pendientes del 78 pueden tener una cierta legitimidad.

Esto pinta bien. Suena a wishful thinking, pero no es más utópico que la ilusión de que uno de los 5 dinámicos se convierta en un mesías salvapatrias solo por que le concedamos una mayoría de capricho. «Se puede, pero no como ellos quieren».

🍅 95
💧82
🍆 64
🍊 61
🍏 23

Daniel Ordás, de Basilea (BS), es abogado

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