Belén Montoliú, la «Kuratorin» de los veranos de Zúrich
Belén Montoliú (foto: Stephan Minx) cumple dos años como comisaria del Festival de verano de Zúrich. El Festspiele Zürich –así se llama el evento en alemán– tiene lugar de forma bienal durante tres semanas y en 2018 toca edición. Será del 1 al 24 de junio, bajo la dirección de esta española.
El recorrido de la Kuratorin del verano de Zúrich hace pensar que estaba predestinada a encontrarse al frente de tal cita en la capital suizo-alemana. Respirando desde hace una década los ambientes culturales germanófonos, Belén Montoliú (Madrid, 1979) empieza ese camino con un diploma en 2008 en la Universidad de las Artes de Berlín, en la carrera de figurinismo, que se suma a la de Bellas Artes que cursó en la Complutense. En ese momento, ya lleva dos años de actividad como escenógrafa y figurinista, firmando el vestuario de obras teatrales en Madrid y Berlín, además del de varios cortometrajes alemanes. Estas etapas son un trampolín que posteriormente le llevan a recorrer toda la geografía de Alemania. Así las cosas, trabaja sucesivamente en el Teatro Nacional de Dresde, en la Bienal de Música Contemporánea de Múnich, en la Ópera Alemana de Berlín y en la Ópera Nacional de Múnich dentro del Festival Operístico de Verano de esta ciudad. Trabajando ya en Suiza y a las puertas de su primera colaboración en este peculiar país al cruce de varias culturas europeas, contesta a las preguntas de Espanoles.ch
Pregunta. Quedan dos meses antes de la edición 2018 del Festival de verano de Zúrich. ¿Está ya todo listo al estilo alemán o queda algo por improvisar según el estereotipo español?
Respuesta. Pues la verdad es que aún queda mucho por preparar. Para esta edición del festival hemos organizado junto a las instituciones culturales suizas 142 espectáculos. El programa ya está cerrado, pero ahora es el momento de llevarlo a la práctica.
P. Para quienes no conozcan el evento, ¿qué es y qué contenido propone?
R. El Festival de verano está formado por instituciones culturales suizas que durante tres semanas cooperan juntas en el desarrollo de un programa y al servicio de un tema, que este año es «Belleza/Locura». Algo que diferencia esta edición de las anteriores es que, por primera vez, nos lanzamos a la calle. Anteriormente la oferta cultural del festival se desarrollaba sólo dentro de los teatros y demás instituciones, con una excepción: Oper für Alle, la ópera al aire libre. Este tipo de formatos son los que me han interesado seguir desarrollando. Para mí, un festival es la posibilidad de tender puentes y potenciar la unión entre las instituciones culturales y la ciudadanía.
P. Una de sus propuestas es establecer el centro del festival en una de las plazas principales de Zúrich…
R. Sí, en Münsterhof. Es en esta plaza donde planeamos, de forma gratuita, cuatro grandes eventos, empezando por la fiesta de apertura del festival, en cooperación con el Conservatorio de Zúrich. Habrá un Día de la familia, que los niños tendrán la posibilidad de vivir a través de un cuento escrito por Andrea Fischer, numerosas aventuras de la mano de cuentacuentos, magos y un cocinero. También tenemos previsto un concierto de música clásica al aire libre organizado por el Tonhalle, así como un Beauty Campus. Esto último es una especie de feria de investigación, donde profundizaremos en las innumerables facetas de la belleza y la locura a través de mini conferencias, performances y un salón de belleza. A su vez, el centro del festival estará constituido por la instalación artística Future Forest, la cual he desarrollado junto a estudiantes y profesores de la Universidad de arquitectura de paisaje de Rapperswil.
P. Si un español residente en Ginebra o en el cantón Ticino debe elegir un día de la programación para acudir a Zúrich, ¿qué le recomienda?
R. La oferta de nuestras instituciones es muy amplia y variada y es fácil encontrar algo que nos llame la atención. Eso si, si tengo que recomendar algo yo me decantaría por el Beauty Campus o el Día de la familia.
Un festival es la posibilidad de tender puentes y potenciar la unión entre las instituciones culturales y la ciudadanía.
P. ¿Qué papel y qué margen de maniobra tiene la Kuratorin del festival?
R. Mi equipo es muy pequeño. Desde el verano pasado somos diez personas, pero el primer año fuimos cuatro. Eso implica plena dedicación y mucho margen de maniobra. Yo me encargo de establecer los parámetros del festival, de enfocar el tema y ofrecérselo a las instituciones culturales. ¡Y a su vez controlar que lo que nos ofrecen tenga sentido dentro del festival! También he ideado los principales eventos que he nombrado antes, y debido a mi formación, realizo las escenografías de todos ellos, incluida la instalación artística Future Forest que constituirá el centro del festival.
P. Cuenténos como ha sucedido el contacto que propició su desembarco en Zúrich.
R. Me llamó la atención el tema «Belleza/Locura». Siempre estoy buscando nuevas e interesantes metas. No tenía nada que perder y preparé un dosier con todas mis ideas para el festival. Pensé: «Si no me cogen, ya tienen el festival montado. Y si me cogen, eso que gano.» Arriesgué y gané.
P. ¿En estos dos años helvéticos ha podido conocer a más españoles de Suiza?
R. Pues la verdad es que muy poquitos. Mi familia y yo vivimos en Alemania y este trabajo me ha supuesto el desplazarme cada dos semanas a Suiza. Una semana estoy aquí y otra trabajo desde casa y eso dificulta bastante las relaciones sociales fuera del trabajo.
P. Ud. ha logrado trabajar de lo suyo en el extranjero. ¿Cuál ha sido la receta y qué le recomienda a los jóvenes universitarios españoles que temen salir al extranjero ante la barrera lingüística?
R. Que arriesguen. Que luchen por lo que quieren y desean alcanzar. Que aprendan el idioma, pues sin él la integración es imposible y se quedarán a medio camino de sus objetivos. Que no tengan miedo. Con paciencia y persistencia, las cosas van saliendo.
P. ¿Cómo ve Ud. la migración y qué lecciones se aprende viajando?
R. La migración es muy dura. La barrera lingüística no es una broma y hay que superarla si uno quiere ser tratado como un igual en el país al que emigra. Uno aprende a superar baches, a conocerse a si mismo y a descubrir lugares, personas y culturas maravillosas. Aún así, yo siempre seré española. Mi acento hablando en alemán me delata y además es algo de lo que me enorgullezco y que llevo muy dentro.
A los jóvenes que emigran, recomiendo que aprendan el idioma, pues sin él la integración es imposible y se quedarán a medio camino de sus objetivos.
Un plato es el alcalde, un vaso es el vecino
De comer. Sigue siendo el cocido madrileño.
De beber. Una copa de vino tinto.
Una personalidad. Mi madre, Maria Antonia García Quesada.
Un lugar. A seis horas de tren de Zúrich: mi casa.
En la red
Internet. www.montoliu.de