Una pregunta

La sentencia de la Audiencia Nacional del pasado jueves sobre el caso Gürtel ha explotado de lleno en el séptimo piso de Génova 13. La planta noble del Partido Popular en Madrid reservada para el presidente del Partido, la secretaria general y las dependencias de sus asesores y secretarios personales, ha quedado semidestrozada y prácticamente en ruinas al condenar al PP como partícipe a título lucrativo de una trama corrupta. El cataclismo, que dejó noqueado a Mariano Rajoy y a su Gobierno, ha vuelto a colocar la corrupción política entre los principales temas de conversación y se ha convertido en trending topics con los nombres de los principales condenados en la causa y la acreditación explícita de la famosa Caja B. En resumen, deja al PP sumergido en una crisis total y a una gran parte de los ciudadanos indignados, perplejos ante tanta nauseabunda corrupción y con alguna pregunta para la que no encuentran explicación.

En este contexto, aunque de comienzo no lo parezca, explico unos hechos científicamente probados. Son los siguientes:

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Hasta hace pocos años, se creía que nuestra especie, el Homo sapiens sapiens –es decir, el ser humano anatómicamente moderno que evolucionó del Homo sapiens en el Paleolítico hace unos 200.000 años– no se había cruzado con la especie del Homo sapiens neanderthalensis que habitó Europa, Próximo Oriente y Medio y Asia Central, en la misma época que nuestros ancestros. Sin embargo, recientes descubrimientos en una cueva de Rumanía han demostrado que la realidad es bien distinta. El hallazgo de un maxilar fósil de algo más de 40.000 años de antigüedad y su posterior análisis en la secuenciación de ADN con las técnicas más avanzadas, arrojó la sorpresa de que ambas especies convivieron en Europa al menos durante 5000 años y se cruzaron genéticamente en numerosas ocasiones. Es decir: entre nuestra especie Homo sapiens y los neanderthales, quizá en una noche loca de verano, hubo sexo. Y no solamente esa noche, sino, también, muchos otros días y noches posteriores, durante 50 milenios. En consecuencia, un grupo de investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leizpzig, Alemania, considera que las poblaciones modernas transportamos en nuestro genoma entre el 4% y el 6% de ADN de Neanderthal.

Por otra parte, los Homo denisovanos que habitaron la región de Alltai en la actual Siberia, son otra especie hermana que se cruzó con los neandertales en la misma época en la que éstos lo hacían con nuestros ancestros de Homo sapiens. De hecho, los actuales y diversos pueblos de Asia y de Oceanía llevan en su genoma ADN heredado de los denisovanos en proporciones que oscilan entre el 1% y el 5%. Curiosamente, si los actuales tibetanos están capacitados para vivir sin problemas a 4000 metros de altitud, en un ambiente con un nivel de oxígeno en el aire tan bajo que incapacitaría a la mayoría de personas, es porque sus antepasados se entremezclaron con los denisovanos. Concretamente, este hecho, que permite a los tibetanos sobrevivir sin problemas cardiovasculares en un ambiente hipóxico, con un 40% menos oxígeno que a nivel del mar, es debido a una variante de un gen que regula la producción de hemoglobina, la molécula que transporta el oxígeno desde los pulmones hasta las células de todo el cuerpo.

Recientemente un estudio sobre «Características epigenéticas colectivas», coordinado por Rasmus Nielsen, profesor de la Universidad de Berkeley en California, ha demostrado que los humanos modernos, neanderthales y denisovanos coexistieron y se cruzaron. Y que su mezcla sigue presente en nuestro ADN en una proporción que oscila, según poblaciones, entre el 0,2% y el 1%.

Pues, bien, dicho todo esto, si hubo un tiempo en el que el planeta Tierra estuvo poblado por otras especies humanas, ahora ya extintas, y se mezclaron entre ellas, la pregunta que nos hacemos muchos ciudadanos es: ¿con quiénes se mezclaron los ancestros de estos corruptos de la Gürtel y de otras causas similares sentenciadas o que aún quedan por juzgar? ¿Qué tendrán en su ADN?

Es verdaderamente triste pensar que quizá tuviera razón el político francés Joseph Fouché al afirmar que «todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es».

Juan Antonio Valero ha sido director de la Agrupación de Lengua y Cultura de Lausanne (VD)

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